sábado, 1 de agosto de 2015

En el silencio del desierto: CAPITULO 28.- EN LA GRUTA SAGRADA


Por fin llegaron a la entrada de la gruta y se apresuraron a entrar en ella. Cuando lo hicieron, aquélla pared se fundió en puro fuego y de nuevo quedó fría y sólida como una roca. Solo que cuando ésta se solidificó de nuevo, sobre la silla de piedra apareció sentado el mismo monje que Raquel viera en su sueño y que le reveló que eran de los siete mil corderos de Cristo. Les sonreía con ternura, y sus manos abiertas rebosaban amor y entrega absoluta. Micael y David enseguida le reconocieron, y volviéndose hacia sus hermanos, Micael tomó la palabra y dijo:

- Hermanos, El es uno de nuestros más queridos Maestros de este Universo. El representa uno de los aspectos del Padre, el de la Misericordia y el Perdón.

Y dicho esto, fue hacia El y le besó las manos.

- ¡Venid, queridos!

 Cuando todos estuvieron frente a él, se levantó y abrazó a cada uno de ellos. Y abandonando su silla de piedra, les acompañó y se sentó con ellos en el suelo. Fuera se oían ruidos de disparos, y por las vibraciones de la gruta, querían abrirse camino a través de la roca.

- ¡No os preocupéis queridos, porque mientras estemos aquí, no podrán entrar en este recinto sagrado! Y cuando lo hagan, lo único que encontrarán serán madrigueras de conejos y reptiles.
- ¿Maestro, qué está sucediendo?
- Micael, hijo, mi nombre es Uriel, y soy hermano vuestro. ¡Solo hay un Maestro, EL! y sin embargo se autodenomina siempre como el Eterno Aprendiz del AMOR, y es el PADRE, que siempre se está creando y experimentando así mismo. Me preguntas qué sucede. ¡Pues que el combate final ha comenzado, hermanos! Y en estos momentos la batalla está muy desigualada. La oscuridad está asediando a la Luz, y crece por momentos. Nuestros Hermanos de La Piedra Esmeralda están agonizando. Los hijos de la oscuridad han dado con ella, se han hecho con su poder y tienen prisionero en ella a nuestro Hermano Luzbel y agonizando de muerte a sus hijos. ¡Hay que ir en su auxilio, Micael!
- Uriel, Hermano, pero este encuentro definitivo con la Piedra Esmeralda estaba previsto para casi al final de nuestro Plan, para dentro de cuatro o cinco años, porque una vez que lo hagamos, nuestro final será rápido.
- ¡Micael, lo sabemos! ¡Pero todo se ha acelerado! A través de la Luz que dejasteis en la Piedra Esmeralda, muchos de esos hijos de la oscuridad recobraron el poder y la fuerza perdidos en el momento en el que tú, hace dos mil años del tiempo de la tierra, dabas tu vida en la cruz. Y cuando liberasteis toda la información codificada de la Esfinge, despertasteis a todos los danzadores del Sol, pero también a miles de consciencias que fueron censuradas y hechas cautivas también en el momento de tu muerte. Ellos se han hecho fuertes, cuando los hijos de la Luz todavía están despertando. ¡Micael, Hermano, nuestros hermanos te necesitan!  ¡Las fuerzas  necesitan equilibrarse! ¡Los recién salidos a la Luz tienen que recibir un fuerte alimento para hacerse fuertes,  y ese alimento eres tú! Lo que estaba previsto que ocurriese en cinco años, debe hacerse ahora. Los planes de grupo y personales, han cambiado considerablemente.


Micael se volvió hacia su mujer, y cogiéndola de la mano le dijo:

- ¡Mi amor, ya has oído, lo que había de acontecer dentro de cinco años, debe hacerse ahora!
- ¡Micael, ya sabes que siempre estoy contigo!
- ¡Hermana, tendrás que ir con Micael hasta la Piedra Esmeralda dentro de unos instantes. Nosotros nos ocuparemos de ello!
- ¿Y yo... no debo ir esta vez? Preguntó David.
- ¡No, Miguel, no debes ir! Las circunstancias han cambiado, y hemos tenido que variar el Plan. Ellos dos se entregarán muy pronto, pero tú tienes que quedar aquí con Jhoan para guiar y nutrir con la información a todos los hermanos. Cuando Micael vuelva habiendo recuperado a nuestro Hermano Luzbel, estará con vosotros el tiempo suficiente para terminar de descodificar toda la información. Cuando el trabajo haya concluido, volverá a Israel y abrirá las puertas dimensionales para que todos los hermanos que esperan salir a la luz puedan hacerlo y así apoyaros a vosotros, a los del desierto, a cumplimentar el Plan. ¡Solo trabajando juntos, podremos vencer!
- ¿Uriel... hemos hecho algo mal? Preguntó angustiado Micael.
- ¡No, Hermano, no... habéis actuado según os han ido obligando las circunstancias, y todos sabemos que este planeta y su humanidad son muy complejos. ¡Por eso he venido yo a vosotros! Podría haber venido cualquier otro Hermano nuestro, pero he querido ser yo el primero en abrazaros, en apoyaros, en amaros. Va a ser un combate muy desigual al principio, hermanos, donde habrá derramamiento de sangre de muchos inocentes, e incluso de muchos de los nuestros. Será muy duro, pero al final, la balanza se equilibrará, y poco a poco la Luz ganará terreno. Esta humanidad ya está recuperada, Hermanos, porque el Amor ya se ha entregado, y la cuarta dimensión de consciencia, ya está soplando como el viento.

- Uriel... ¿por qué hemos tenido que salir de nuestras casas... qué ha pasado? Preguntó desconcertada Raquel.
- Nuestro Hermano Josafat ha muerto. Ya sabéis que dirigía una Hermandad espiritual en el Cairo, la mayoría de ellos, hermanos nuestros, aunque solo era consciente él. Pero uno de sus miembros les traicionó. Aquél que os abrió la puerta de la Gran Pirámide, el vigilante, pertenecía a ese grupo. Cuando se desmoronó y empezaron a pedir responsabilidades, él se vio acosado y denunció a Josafat y a sus hermanos como los causantes de aquélla destrucción. Les acusó de tener poderes y de haber provocado aquél derrumbe. Ese hombre sabía lo que hacía. En Egipto hay mucho radicalismo, y muchos grupos rozan ya el más puro y destructivo fanatismo. Y la destrucción de su símbolo más preciado, les ha vuelto locos de furia. Oyeron aquéllas acusaciones y no necesitaron más. Estaban reunidos en su asamblea, cuando entraron y pasaron a cuchillo a todos ellos. Josafat no estaba allí, ya que iba hacia vuestro encuentro, hacia la gruta del Arca, pero cuando regresó, le cogieron prisionero y le torturaron. Querían de él información, querían saber quien era el cabecilla de todo, si es que lo había. Aquel traidor les había asegurado que sí, que había otro, pero al no confesar nada, lo cogieron y lo quemaron vivo encima mismo de los restos de la Esfinge.
- ¿Pero cómo es posible... si cuando llegamos nosotros lo llamamos y nos dijeron que estaba trabajando?
- ¡Era una trampa, Hermana Salomé, y por esa llamada os localizaron! ¡Os habéis convertido en los más buscados de Egipto e Israel, y no para felicitaros precisamente, pues la destrucción del Muro de las Lamentaciones y la tumba de los Patriarcas, ha provocado que el ejército de Israel, con la información de los egipcios, también haya salido en vuestra captura!


Micael se encontraba encogido sobre sí mismo y temblaba. Raquel le abrazó y éste se echó a llorar desconsoladamente. Uriel, contemplando el ánimo de su Hermano, se acercó al él y posando sus manos sobre su cabeza le alentó:

- ¡Animo, Micael, Hijo... que el combate solo acaba de empezar, y necesita de buenos guerreros!
- ¡Josafat...! ¿Pero por qué el...?
- ¿Qué más da quien sea el primero, Hermano? ¡El era y es un hijo del Amor, y a EL ha entregado su vida conscientemente! Por ello tu intervención será decisiva, para que no sigan cayendo inocentes. Ellos buscan al responsable, al hombre sobre el que descargar toda su ira, su furia, venganza y odio, un chivo expiatorio. Siempre es lo mismo, Hijo... Mientras no encuentren a ese hombre, seguirán matando. Por eso, Hijo... es necesario que te apresures en terminar lo que has venido a hacer y entregarte, y darles a tus hermanos un respiro para que recuperen fuerzas.
- ¿Le estás pidiendo que se entregue para que lo maten? Preguntó Salomé alterada.
- ¡Tranquila, cariño... todos sabemos nuestro final, solo que el de Micael y Raquel... se ha adelantado!


 Salomé, no pudiendo más con la angustia, se echó en brazos de su marido y hundió el rostro en su pecho, y siguió sollozando en silencio.

- Ellos buscan a un solo hombre. Tú, Hermana Raquel, no tienes por qué entregarte.
- ¡Pero deseo hacerlo, quiero morir junto a mi marido! ¡Micael somos él y yo!
- ¡Sí, Hermano Uriel, ella y yo somos UNO, ahora y siempre!
- ¡SI ESA ES VUESTRA VOLUNTAD, QUE ASI SEA! 

Y esta vez posó sus manos sobre las cabezas de los dos, y les besó en la frente.

- Uriel... ¿qué pasará con la pequeña Sarita?
- Por ella no os preocupéis. Sus padres y ella estarán a salvo. Muy pronto les sacaremos de esta zona. Pero ahora tenéis que partir. Tú Micael con Raquel, seréis llevados hasta la Piedra Verde Esmeralda, y a vosotros os llevaremos a Madrid. Cuando ellos hayan terminado con su trabajo, se reunirán con vosotros.
- ¿Yo también, Hermano Uriel?
- ¡Tu también corres peligro, Daniel!
- ¿Soy muy necesario en este Plan?
- ¿Por qué lo preguntas hijo? ¡Estas aquí!
- Tengo a mi cuidado ocho personas enfermas y que nadie quiere. Se están muriendo y no tienen a nadie más que a mí. ¡No quiero abandonarles!
- Daniel, hijo... si te quedas... darán contigo. El traidor también te conoce a ti, y sabe que eras amigo de Josafat y del que buscan. Te espera el mismo final que a tu Hermano.
- ¡Lo sé... pero no quiero dejarles! De todas formas, prefiero que me maten a mí antes que a ellos dos. Prefiero estar ya al otro lado esperándoles con los brazos abiertos, que ser testigo de cómo los destruyen. ¡Deseo volver con mis enfermos!
- ¡Se hará como tú deseas!


Micael se echó en los brazos de Daniel, pero esta vez no había llanto. Había un amor infinito en sus corazones. Se miraron intensamente, y Micael, como despedida, besó en los labios a su amigo.

- ¡Yo también te amo, amigo mío, con toda mi alma, y siempre he estado enamorado de tu corazón!
- Micael, amigo... me has hecho el hombre más feliz de la tierra. ¡Siempre te he amado, te amo y te amaré, y cuando nos volvamos a ver en el otro lado... te lo seguiré diciendo!


Daniel se despidió de todos los demás, y cuando los ánimos se calmaron un poco, éste se apartó del grupo.  Micael y Raquel, cogidos de la mano, se retiraron también a un lado, y Salomé, David y Jhoan se agruparon. Uriel activó la puerta dimensional que en todo momento había estado presente, y fueron pasando por ella en riguroso orden. Cuando ya la habían atravesado, Uriel, junto con la puerta, despareció. Y la gruta en su interior, volvió a llenarse de alimañas, de polvo y tierra. No tardaron  los militares en abrir un boquete en la roca, pero al entrar, no encontraron nada.

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