sábado, 1 de agosto de 2015

En el silencio del desierto: CAPITULO 29.- FUSION EN LA GRUTA ESMERALDA. LA TORMENTA AMENAZA


Micael y Raquel atravesaron el umbral de la puerta dimensional. Esta quedó activa, flotando en el aire, en actitud de espera, pero para mayor seguridad, Micael la desactivó. Estaban en un túnel, solos. Raquel miró detenidamente sus paredes, y vio que éstas eran de un metal desconocido.

- Micael, estamos en los túneles que llevan a la cámara de cristal, la que está bajo el agua. Es allí donde hablé con Luzbel antes de que éste se entregara a la Piedra. Los otros túneles  son de piedra, por donde yo salí al exterior entonces.
- En ese caso solo nos queda avanzar, porque si recuerdo bien, la gruta de la Piedra está al otro lado de la Cámara, bajo el agua. ¡Sigamos!


Avanzaron unos cien metros más y encontraron la puerta de acceso a la cámara. Estaba cerrada, y como nadie la abría por el otro lado, pusieron su mano derecha sobre ella y ésta cedió. Entraron, y lo primero que vieron fue a uno de aquéllos seres tumbados boca abajo y aparentemente muerto. Micael fue corriendo hacia él y lo volteó. Todavía respiraba, pero estaba agonizando.

- ¡Safram, hermano, ya estamos aquí, pero te necesitamos... no te dejes morir!
- Mi amor, está muy bajo de energía... si no hacemos algo se nos irá.
- Princesa, cógele la mano derecha y llévatela a tu corazón, como lo hiciste con la rosa, yo haré lo mismo con la izquierda. Necesita energía y se la daremos.
- Safram, escucha... vamos a darte energía, pero es necesario que tú te abras a nosotros, que confíes. ¡Soy yo, Micael, tu hermano! ¡Hazlo, hermano, te necesitamos para recuperar a los demás!


 Safram como respuesta apretó sus manos, y Micael y Raquel se dispusieron a aliviarle con la energía que bullía como un huracán en sus corazones. Poco a poco aquél ser se fue recobrando, y con la ayuda de los dos se incorporó. El no hablaba, se comunicaba con ellos mentalmente. Micael le abrazó y luego lo hizo Raquel. Todavía no podía andar por sí mismo, así que se apoyó en ellos. Atravesaron una serie de túneles, éstos mucho más estrechos y con un calor asfixiante.
Además, en el ambiente, había una energía muy poderosa y que reaccionaba violentamente contra ellos. Safrám les habló telepáticamente, advirtiéndoles del peligro:

- Micael, ellos están aquí, los que nos han robado la Piedra y nos están arrebatando la vida. No consentirán que nos acerquemos a ella. ¡Os destruirán a vosotros también!
- Safram, no te preocupes, no podrán con nosotros, tenemos la esencia del Padre.


Cuanto más se iban acercando, mayor era la reacción contra ellos. Flechas invisibles hacían blanco en el cuerpo de los tres, provocándoles un fuerte dolor. Hubo un momento en el que Raquel cayó al suelo, y aquéllas ráfagas afiladas la herían constantemente, impidiéndole levantarse. Micael dejó a un lado a Safram y fue donde ella.

- ¡Mi amor, ánimo, puedes vencerles!
- ¡Ayúdame a levantarme, Micael... ayúdame!

 De nuevo en pié, respiró profundamente, y junto con Micael llevaron al ya exhausto Safram. Llegaron a la cueva y vieron la hermosa Piedra Esmeralda totalmente apagada. Tan solo parpadeaba un diminuto punto en su centro, aquél que Raquel, en su primera visita, introdujo delante de Luzbel. Una gran serpiente de energía la rodeaba, y en cuanto ellos se acercaron, se dispuso a atacar.

- ¡Raquel, avanza sin cuidado, nada puede hacer contra nosotros! ¡Aunque te sientas morir, sigue avanzando y déjate absorber por ella!
- ¡Mi amor, estoy preparada!


Micael cogió de la mano a su mujer y juntos avanzaron hacia la Piedra. La serpiente abandonó su más preciado trofeo y se enroscó en ellos, provocándoles dolor, asfixia y convulsiones, pero a pesar de todo, ellos seguían avanzando hacia la Esmeralda.
 De repente Raquel se paró, se soltó de su marido y enroscando a aquélla serpiente en su brazo derecho, la soltó con fuerza y decisión arrojándola contra las paredes de la gruta, desintegrándose al momento. Pusieron sus manos sobre la Piedra Esmeralda, ésta se iluminó y les absorbió.
Una gran explosión de energía verde invadió la gruta, y como canales fue recorriendo todos los túneles y estancias.
Safram, envuelto por aquélla luz, se incorporó y se sintió lleno de vida, de fuerza y de poder. Permaneció en silencio como testigo de aquél evento y esperó.
Aquélla energía verde salía de la Esmeralda a unas velocidades vertiginosas. La Piedra desapareció, y solo quedaron los tres en su lugar. Safram contempló con emoción cómo entre Micael y Raquel estaba su querido hermano y jefe Luzbel. Estaba lleno de luz, sus cabellos dorados como el oro, su piel blanca y sedosa, sus ojos verdes como la esmeralda. Fue hacia él y se arrodilló. Luzbel posó su mano sobre su cabeza, y al momento Safram se convirtió en el ser de Luz que fue en el principio. Y aquéllos ojos, también verdes, se inundaron de lágrimas, y tanta luz había en ellas, que parecían brillantes de una pureza inusitada.

Luzbel, con Micael y Raquel a ambos lados, y su fiel Safram por delante, fue recorriendo todas las estancias subterráneas, tocando y devolviendo la vida a sus hijos. La energía verde que les había precedido, les había devuelto la vida, y ahora, su propio padre, les entregaba la Luz que nunca habían conocido. Y aquéllos seres de piel oscura, de ojos de aceituna negra, se transformaron en seres bellísimos. Las paredes de los túneles recobraron su esencia, y era oro lo que relucía en ellas.

Y así pasaron los momentos... muchos momentos...

Luzbel miró a todos sus hijos y sonrió, y su corazón saltó de gozo. Miró a su hermano Micael, pero no hubo palabras, sino un abrazo, e hizo lo mismo con Raquel. Esta le dijo:

- ¡Nunca imaginé que detrás de aquél ser al que conocí hace muchos años, hubiese un ser tan maravilloso como tu!
- ¡Gracias a los dos, hermanos!
- ¡A nosotros no, Hermano, a nuestro Padre! ¡Quiere y desea que vuelvas a su lado y ocupes tu sitio!
- Safram, amigo y hermano, yo marcharé con ellos, tengo también una cita con el AMOR. Tú quedarás al cuidado de nuestros hijos, les guiarás, les instruirás y les prepararás para el gran momento. Dentro de un tiempo, que no será muy tardano, abriremos todas las puertas para que salgáis al mundo exterior y os unáis con los demás hermanos para trabajar y luchar por la Luz. Pero mientras ello sucede, necesitarás poseer mi fuerza para protegerles.

Y dirigiéndose a todos sus hijos exclamó:

- Yo quiero partir con mi hermano Micael, porque quiero entregarme al AMOR junto a él. En el momento en que eso suceda, tendréis libre acceso al mundo de los humanos. Muchos hermanos vuestros os esperan y necesitan para vencer en este combate. Como ellos, caeréis heridos o muertos, como cualquier guerrero en un campo de batalla, solo que ya no habrá armas. Lucharemos con nuestro corazón abierto y con nuestras alas de luz desplegadas. La batalla será dura, pero por fin el Amor triunfará. Hoy, con la ayuda de nuestro Padre, el de todos nosotros, os he devuelto la Luz que por mi error y soberbia os negué hace mucho tiempo. ¡Vosotros sois hijos del Amor, y ahora también de la Luz! ¡Ayudarme, ayudar al que ha sido vuestro padre temporal, a elevar a esta humanidad a la que siempre, a pesar de mis errores, he amado, a conseguir la dignidad que se merece! Yo debo dejaros, pero aquí tenéis a vuestro nuevo guía, Safram, mi hermano y fiel amigo. El os protegerá hasta que volvamos a daros la libertad. Mientras tanto crecer, haceros fuertes y prepararos para la lucha. ¡MI AMOR SIEMPRE ESTA CON VOSOTROS!


Y dicho esto, Luzbel abrazó a Safram y éste recibió sus dones y el poder de la Piedra Esmeralda, y acto seguido abrazó a Micael y a Raquel y desapareció en el interior de ambos. Hubo un profundo silencio. Safram les saludó con el saludo de Casa, y los dos hermanos, ahora con ojos verdes, les acompañaron hasta el lugar donde se hallaba la puerta. Esta se activó de nuevo, pero antes de introducirse en ella, Micael les abrazó y les dijo:

- ¡Muy pronto regresaremos, y por fin el Cielo y la Tierra serán UNO!




David, Salomé y Jhoan aparecieron a través de una nube de luz en el despacho de la asociación del Escorial. Juancho había terminado pronto su consulta  y había ido a terminar varios asuntos pendientes. Su sorpresa fue mayúscula cuando saliendo de la habitación donde había hecho unas fotocopias, se dirigió al despacho y se topó con ellos. Todavía quedaba un rastro de luz. Pero reaccionó al momento y fue a abrazarse a ellos.
Mientras colocaban sobre la mesa todos los borradores y documentos que se habían traído consigo, le explicaron lo sucedido. Llamaron inmediatamente a Antonio, que estaba en la editorial, y éste se presentó en menos de una hora.
Le volvieron a contar lo sucedido, pero les surgió una duda. Cuando Raquel y Micael regresaran, no sabían si lo harían al Escorial, donde estaban, o al piso de Madrid. David pensó que quizás Raquel eligiera éste último por ser la casa de sus padres, y no quería que al regresar sus hermanos se encontraran solos. Así que Jhoan acompañó a David al centro de Madrid, y los demás quedaron allí.

Cuando éstos intentaban buscar en el llavero multiusos la llave de casa, alguien al otro lado de la puerta la abrió. Y se encontraron frente a frente con Raquel. Esta se echó a los brazos de sus hermanos, y cuando preguntaron por Micael, ella les respondió, tranquilizándoles, que estaba en el baño.
En cuanto Micael salió, les comentó lo vivido con la Piedra Esmeralda. Pero Raquel tenía otras prioridades.


- David... ¿qué hora tienes?
- ¡Son las 13,30!
- ¿Pero de qué día?
- Del mismo que hemos dejado en Haifa. ¡Solo han transcurrido tres horas!
- ¡Con todo lo que nos ha sucedido... y solo han pasado tres horas! David... ¿me has traído la documentación y los papeles de los bancos?
- ¡Yo no, pero Salomé sí!
- ¡David, llámales... quiero hablar con ellos! Raquel habló con Salomé y quedaron todos en el piso para dentro de una hora.
- ¿Pero qué te traes entre manos, hermana?
- ¡Vamos a ir al banco, Jhoan, a sacar todo el dinero de la cuenta! Me temo que intentarán bloquear las cuentas que tenemos abiertas en Jerusalén, y quiero llegar antes que ellos.
- ¡No creo que lleguen a esos límites, Raquel! Exclamó Jhoan.
- ¡Sí, hermano, a eso y mucho más! Cuando tengamos el dinero en la mano lo ingresaremos en otro banco, pero los titulares serán Juancho y Antonio. Tengo intención de vender estas dos casas y marcharnos lejos durante unos meses, donde nadie pueda dar con nosotros.
- ¿Crees que son necesarias medidas tan extremas?
. ¡Sí, David... ya sabes que nunca he sido alarmista, pero esta vez lo tenemos muy mal!
- ¡No... si recuerdo perfectamente lo que nos advirtió Uriel... pero suponía que aquí íbamos a estar más seguros!
- ¡Y lo estamos, David, por el momento! Pero no debemos dejar ningún rastro, sobre todo nosotros cinco. A Juancho, Antonio y Marcos no podrán relacionarlos con nosotros, al menos por ahora, pero nosotros ya estamos fichados. A vosotros dos por ser quienes sois, los hermanos Jordan, y a Salomé y a mí, por nuestro matrimonio con vosotros. En Jerusalén quedaron inscritos nuestros nombres y apellidos, nuestro país de origen y nuestro anterior domicilio. Si se ponen a investigar, que lo harán, darán con nuestros amigos también, e incluso ellos estarán en peligro. Por eso es conveniente que marchemos lejos durante unos meses, que hagamos nuestro trabajo en la clandestinidad, y nos olvidemos por ahora de la asociación y de nuestros compromisos de trabajo.


En cuanto llegaron Salomé y los demás, Raquel les propuso a Antonio y a Juancho ser titulares de la nueva cuenta que pensaba abrir, y accedieron. Se dirigieron a las oficinas centrales y pasaron al despacho del director. Se quedó muy sorprendido ante la intención de ella de sacar todo el dinero, que eran cuarenta millones, pero ella le comentó que era para hacer una inversión y que de nuevo, dentro de un tiempo, abrirían una nueva cuenta.

La hora que estuvieron esperando se les hizo eterna. Todos pensaban que estaban teniendo problemas con la delegación de Jerusalén, pero el rostro sonriente que traía el director, les tranquilizó.

- ¡Bueno... pues la operación ya está hecha! Ahora mismo me traen el dinero de tesorería. Espero que no tardemos mucho en disfrutarla de nuevo como cliente.
- ¡He quedado muy contenta con sus servicios! ¡Volveremos a vernos!


A los pocos minutos, una mujer llevaba al despacho un maletín con el dinero. El director lo abrió y lo contó delante de ellos. Todo esta conforme. El maletín era regalo de la casa.
Salieron del banco, cogieron el coche y fueron directos a otro banco, de gran renombre, pero francés. Hicieron la misma operación, solo que esta vez lo ingresaban Antonio y Juancho.
Como era ya la hora de comer, y algunos estómagos estaban totalmente vacíos, fueron a un restaurante chino. Desde allí llamaron a Marcos. Estaba en Madrid, pero salía dentro de dos horas hacia Estocolmo. No le dijeron nada de la presencia de ellos. Juancho se limitó a decirle que tenía unos papeles para él, y que fuera a recogerlos enseguida. Le dio el nombre de Pin-pin, y enseguida supo dónde le citaba. Marcos colgó el teléfono y quedó hondamente preocupado. Se apresuró a preparar su equipaje para encontrarse con ellos antes de ir al aeropuerto.

- ¿Raquel, y por qué no has puesto a David también en la cuenta del banco? A él nunca podrán relacionarlo con vosotros cuatro.
- Claro que sí, Antonio, David fue testigo del contrato de matrimonio de Jhoan y Salomé, allí quedaron reflejados su nombre y sus dos apellidos. Además, hay un testigo de cargo, que es el que ha causado esta persecución, y conoce perfectamente a David. Le vio entrar con nosotros en la gran Pirámide. Si solo fuera el tema de la Esfinge... pero ha habido otros derrumbes más, el incendio de la sábana Santa, la destrucción del Vaticano, y más que ocurrirán... y ya no solo serán los egipcios y los israelitas los que nos busquen, que lo harán, y como si fuéramos los más temibles y peligrosos terroristas. Necesitan un culpable, y hasta que no lo tengan, no descansarán. Pero soy consciente de que tengo información que vosotros no conocéis todavía, por ello os puede parecer todo esto que estoy haciendo una paranoia, sobre todo a vosotros, Juancho y Antonio, y a Marcos.... Esta noche, cuando estemos más tranquilos, hablaremos. ¡Lo que más siento es que no podemos ayudar a Daniel! ¡Si Marcos, aprovechando un viaje, pudiera ir hasta donde él y entregarle dinero!
- ¡No, mi amor... sería muy peligroso para Marcos y podría delatarnos a nosotros también! Es crucial que hagamos nuestro trabajo antes de que den con nosotros. ¡No podemos arriesgarnos! Daniel ya lo sabe, como también es consciente de que está en el ojo del huracán. Respondió Micael mirando fijamente a su mujer.
- ¿Crees realmente que va a hacer falta vender las dos casas?
- Antonio vais a necesitar mucho dinero. Es posible que cuando queráis publicar todos los trabajos, pocos o ninguno os apoyen, y tendréis que financiarlos vosotros. Tendréis que viajar y... otras muchas cosas. ¡Vosotros veréis en un futuro qué hacer con el dinero!
- ¿Y qué pasa contigo... acaso piensas largarte ya de picos pardos por ahí? Preguntó Antonio, que no sabía nada del encuentro con Uriel.


Como no era el momento de hablar de ciertas cosas, y viendo que a Raquel se le había hecho un nudo en la garganta, David respondió a su amigo:

- ¡Dentro de unos meses, estos dos tortolitos cambiarán de aires y nos dejarán solos y tirados...!


Salomé, para no llorar, se levantó de la mesa y fue al baño. Antonio y Juancho se extrañaron de la reacción de su amiga, pero como aquélla declaración la había hecho David riéndose, no le dieron mayor importancia.

- ¿Y cuantos meses pensáis que tendremos que estar fuera de la circulación? Porque yo tendría que llamar a todos mis pacientes que tienen concertada fecha, y Antonio tiene en sus manos la dirección de la editorial. ¡El también tiene que hacer cambios!
- ¿Cuantos, Micael...? Le preguntó David.
¿Cuando crees que terminaremos nuestro trabajo en común, hermano?
- ¡Pues trabajando a destajo, unos cuatro meses... cinco, mejor cinco!
- ¡Pues ese es el tiempo que tendremos que estar fuera de la circulación! Pero ya hablaremos más detenidamente a la noche. Respondió Micael a la vez que apretaba contra él a su mujer que temblaba como un flan. ¡Y cambiando de tema... os advierto, que por enésima vez, tenemos que ir de compras! ¡Nos han vuelto a dejar sin nada! ¡No tenemos más que lo puesto!
- ¡Esa es otra! ¡Nos pasamos la vida comprándonos ropa! Exclamó riéndose Jhoan.
- ¡La hostia, es que ha tenido que ser muy fuerte el tener que dejar de repente vuestras casas! Respondió muy afectado Juancho.
- ¡Qué nenita...! ¿Ya te has arreglado bien la nariz? ¡Qué guapa estás! Exclamó Jhoan al ver llegar a su mujer a la mesa.
- Es que tantas emociones y sustos juntos... me han desencajado.
- Estábamos hablando de que necesitamos comprarnos ropa. Solo tenemos lo que llevamos puesto.
- ¡Sí, ya he pensado en ello! Cuando terminemos de comer, vamos al Corte Inglés, pero no compraremos gran cosa. Dadas las circunstancias, creo que hay que tener lo más imprescindible para poder hacer y deshacer las maletas con rapidez. Respondió muy locuaz Salomé. ¿Dónde queréis que pasemos la noche, aquí en Madrid, o en el Escorial?
- En casa de mis padres hay más sitio y más camas, pero está llena de polvo.
- Pues nos vamos al Escorial, y ya nos haremos sitio. ¿Vosotros dos, tenéis sacos de dormir? Preguntó dirigiéndose a Juancho y Antonio.
- ¡Sí, pero no los tenemos en Madrid! Aunque no harán falta, Salomé, estamos en pleno verano, y en casa de los tíos de Raquel hay alfombras maravillosas, y con unos cojines podemos dormir perfectamente en el suelo.
- Muchachos... ¿no os importe que yo os deje hasta la noche? Quiero ir a la consulta y empezar a llamar a mis pacientes. Si puedo anular todas las citas para la noche, me quedaré más tranquilo.
- ¡Claro que no, Juancho! Tendremos tiempo de sobra para estar juntos. Respondió Micael.
- Tú, David, has venido a Madrid en tu coche... ¿no...?
- ¡Sí Juancho, no te preocupes, tenemos coches para volver! Tenemos también en el aparcamiento el coche de Salomé.
- ¡Pues entonces os dejo, hasta la noche, hermanos!


Cuando Juancho salía del restaurante, Marcos bajaba de un taxi. Este le preguntó si había algún problema, y Juancho se limitó a decirle que los de Israel estaban dentro. Marcos puso cara de circunstancias, y tras despedirse de su amigo entró sin pérdida de tiempo.

Poco tiempo pudo dedicarles, pues debía salir rápido hacia el aeropuerto, pero hubo el tiempo necesario para contarle lo más urgente y sobre todo para ponerle sobre aviso. Su viaje a Estocolmo era para veinticuatro horas. En cuanto regresara y aterrizara en Barajas, les llamaría por teléfono y pasarían a recogerle. Cogería un mes de vacaciones y marcharía con ellos.
Terminada la comida, Antonio también les dejó hasta la noche. Tenía que ultimar algunas operaciones en la editorial. Y los cinco, después de tomarse un cafecito, se dirigieron a los grandes almacenes.

Como ya no tenían muchas ganas de ponerse a preparar nada para cenar luego, compraron varias pizzas, fruta y leche. Como Antonio y Juancho se habían llevado sus respectivos coches, cogieron un taxi hasta el garaje donde estaba el coche de David y el de Salomé. Echaron gasolina y volvieron hacia el Escorial. En casa de sus tíos tenían de todo. Una cocina perfectamente amueblada, baños en perfectas condiciones y limpieza.

Cuando llevaban un cuarto de hora de camino, Salomé, que no le había quitado el ojo de encima a su amiga, exclamó:

- ¡Raquel, nenita, te siento preocupada y pensativa...! ¿Quieres hablar de ello?
- ¡Prefiero no hacerlo, Salomé, cuando voy en coche, si hablo me mareo!
- ¿Raquel, quieres pasar delante conmigo...? Jhoan puede ir atrás…
- ¡Pues si no os importa...!


Y David, al cabo de unos minutos, tomó un desvío y se paró en una zona de descanso. Y se hizo el cambio.


- ¡Si te mareas, me dices, y vuelvo a parar, de acuerdo, Raquel!
- ¡No te preocupes, David! Salomé, antes me preguntabas que por qué estaba tan pensativa... y es que cuando los hermanos me avisaron de que debíamos salir de nuestras casas rápidamente, me dijeron mucho más.
- ¿Por qué no nos adelantas algo? Preguntó Salomé preocupada.
- ¡Cuando estemos todos a la noche! Solo os diré que los próximos cinco años van a ser muy difíciles y muy duros para muchos de nosotros, bueno, nosotros ya lo tenemos claro... pero vosotros también lo vais a pasar mal... ¡Y siento tener que daros estas noticias! Exclamó Raquel medio llorosa.
- ¡Raquelilla, te prohíbo que lloriquees! ¡Cuando se ha visto llorar o quejarse a los buenos guerreros! Todos sabemos perfectamente lo que sucede en los campos de combate, pero hay que luchar. Y ya que estamos hablando de ello... mientras comíamos le he estado dando vueltas a una idea que quiero exponeros...
- ¡Pues tú dirás, David! Respondió Micael.
- Cuando os quiten del medio a vosotros dos... ¿Qué haréis?

Y ante tal pregunta, Raquel se quedó mirando atónita a su amigo, y Micael se echó hacia delante y apoyó su barbilla sobre el asiento de David.
- ¿Puedes repetir la pregunta hermano?
- ¿Qué cuando os maten, qué haréis?
- ¡Por favor, David, no hables así sobre esto! ¿Es que te ha dado un aire? Exclamó enfadada Salomé.
- ¿Y cómo quieres que lo diga, hermana? ¿Hay otra forma más suave de decirlo? ¿Micael... qué haréis después?
- ¡No habíamos pensado en ello! Ha sido todo tan rápido que…
- Es que aunque os destruyan el cuerpo... mi pregunta hermano es si os iríais a CASA u os quedaríais con nosotros...
- ¿Cómo vamos a volver a CASA si no hemos hecho más que empezar? ¡Esto va para largo, y ya hablamos el otro día sobre ello! ¡Habrá que morir y renacer muchas veces hasta que nuestro Plan se ejecute en su totalidad!
- ¡Y yo vuelvo a preguntarte hermano qué haréis cuando descarnéis!
- Dime, David... ¿qué has estado pensando?
- Pues pienso, hermano, que aunque vuestro final está muy próximo, podéis seguir con nosotros después. No tendríais un cuerpo físico como el de ahora, pero hay otros muchos cuerpos con los que poder seguir en esta dimensión, con otra densidad, con otro tipo de energía, pero entre nosotros. Os amamos hermanos, os necesitamos emocional y espiritualmente, pero sobre todo necesitamos que nos sigáis apoyando en el trabajo.
- David, no había pensado en ello. Hasta hoy sabía que teníamos cinco años para trabajar y compartir, pero las cosas han cambiado, se han acelerado.
- ¡Hermanos, es vuestra decisión! ¡Yo ya os he manifestado mi deseo!
- ¡Tu David, lo ves todo tan fácil... ni que ellos tuvieran la potestad de hacer lo que quieran! Exclamó Salomé acelerada.
- ¡Es que ellos tienen potestad... nosotros tenemos potestad de hacer y deshacer, Salomé! ¿Todavía no te has enterado, hermana?
- ¡Tienes razón David! Respondió Micael. ¡Tenemos que cumplir con nuestro compromiso, pero nada nos impide seguir a vuestro lado, esperaros a vosotros y partir hacia Casa todos juntos!
- ¿Hacia Casa, hermano? ¿Tú crees que esta humanidad nos dará vacaciones?
- ¡Aunque solo sea para recuperarnos del stress, David...! Ya sabemos que nuestros descansos son muy cortos.
- ¿Eso quiere decir hermano que os tendremos con nosotros hasta el final?
- ¡Si no os importa convivir las veinticuatro horas con dos fantasmas...!
- ¡Qué va, hermano... dos fantasmas que trabajarán a tope porque no tendrán necesidad de descansar, y que no comerán porque no necesitarán alimentarse...! ¡Nos vais a salir muy rentables!


Y la risa estalló. Micael se echó a reír, y David contenía la risa como podía, pues iba al volante. Jhoan lloraba y reía a la vez y Salomé se echó a llorar como una magdalena. Las risas se mezclaban con las lágrimas, el dolor con la alegría. Por un lado sabían que sus hermanos iban a sufrir una muerte violenta, pero por otro, los iban a tener a su lado constantemente, los iban a ver, tocar, sentir. También sabían que en un futuro ellos pasarían por la misma experiencia, pero que juntos volverían a Casa... una mezcla de sentimientos y emociones contradictorios, que debido a la tensión del día, tuvo una reacción brusca en la expresión. David tuvo que parar. El tampoco podía seguir conduciendo. Sus emociones pedían salir. Salió del coche, y se alejó unos pasos. Micael le siguió y le alcanzó.

- ¡Miguel, hermano... no te escondas para llorar!
- ¿Y quien está llorando?
- ¡Tus ojos, hermano, tus ojos están llorando, pero tu corazón es feliz!
- ¡Y seguirá feliz, hermano, si tu permaneces a mi lado!
- ¡Estaré a tu lado, hermano mío, volveremos juntos!
- ¡Eh, Raquelilla, ven aquí...! Llamó David a su hermana.
- ¡Dime...!
- ¿Estás de acuerdo con tu amor en volver con nosotros?
- ¿Y hace falta que me lo preguntes, David... tu qué crees?
- ¡Me habéis devuelto la vida, hermanos, porque estaba muriendo de angustia y dolor!

Y David se echó a llorar como nunca lo había hecho, escondiendo su rostro en los hombros de su hermano. Este le abrazó fuerte y le besó en la frente.

- ¡Los guerreros también lloran de vez en cuando, hermano! ¡Te amo, David, te amo, hermano!
- ¡Tenemos que volver al coche, estamos aparcados en mal sitio! Exclamó David secándose las lágrimas.
- David... ¿quieres que conduzca yo?
- ¡Si, Micaelita... ahora no estoy en condiciones de seguir al volante!

Y ante el nuevo nombre que le había puesto su amigo del alma, rió. Besó a David y los tres regresaron al coche. David fue de copiloto. Y reinó el silencio. Había muchas emociones contenidas. Raquel conectó el casset y metió la primera cinta que vio. Y la música sonó: el Concierto de Aranjuez, y el mismo coche levitó. Aquélla media hora se hizo en unos pocos minutos. Enseguida vieron la urbanización y se adentraron en el laberinto de carreteras. Cuando llegaron a la puerta, Marcos estaba allí, con su maleta, sentado en una escalera. Aparcaron y fueron enseguida a su encuentro.


- ¿Pero Marcos... qué haces aquí? ¿No tenías que estar volando hacia Estocolmo?
- ¡Acabo de llegar yo también, he venido en taxi! El vuelo se ha cancelado por el mal tiempo que hay en toda Europa.
- ¿Y no vas a volver al hospital? Le preguntó Raquel.
- Ya he llamado por teléfono y les he dicho. Estoy cansado y harto, y no he querido ir. Me he cogido dos meses de vacaciones, les guste o no.
- ¿Marcos... qué te ocurre amigo? Le preguntó David.
- ¡Físicamente estoy agotado, siempre viajando de aquí a allá, de hotel en hotel, de hospital en hospital... y para postre, anoche rompí con Gloria!
- ¡Subamos a casa, seguiremos hablando allí!

Y mientras subían, David les fue explicando a Jhoan y a Micael que Gloria era la novia de toda la vida. Dejaron los paquetes en la cocina y guardaron la maleta de Marcos en una de las habitaciones, y sentados en el salón, siguieron con la conversación.


- ¿Pero ha sido una ruptura de mutuo acuerdo... o ha sido por una discusión fuerte?
- ¡Por las dos cosas, Salomé! Ya sabéis que ella ha sido siempre muy tradicional, amante de una familia, de un marido, de unos hijos. Desde el principio ya le dije que no quería atarme a una familia, pero ella nunca desistió. Esperaba que yo cambiase de opinión, incluso en varias ocasiones me pidió que dejara mi trabajo y me asociara con su padre. El solo no podía llevar la clínica. Y cada vez que me negaba, surgía el conflicto: que era un egoísta, que no pensaba nunca en los demás, etc. Pero anoche ya no pude más, y aunque la quiero... la amo... le dije que ponía fin a nuestra relación. ¡Lo siento, chicos... no quería daros la tabarra, pero... estoy muy jodido!
- ¡Marcos... jodidos, creo que estamos todos un poco! Exclamó Micael levantándose y yendo hacia Marcos. ¿Ha influido en tu decisión lo que los Hermanos te permitieron ver sobre ti en un futuro?
- ¡Sí, Micael, pero no fue la única causa! ¡Debía haber roto esta relación hace ya tiempo! ¡Ni ella ni yo habríamos sufrido tanto! Ella anoche me imploró, me rogó que siguiera con ella, que renunciaba a todo, pero que quería seguir a mi lado. ¿Pero cómo iba a acceder a su ruego, hermanos, si sé que... dentro de dos años la iba a hacer sufrir...?
- ¿Por qué, Marcos? Preguntó Micael pasándole  su brazo por los hombros.
- A todos nosotros nos desplazaron hacia nuestro futuro, y me vi... con un grupo de compañeros de médicos sin fronteras asistiendo en una evacuación de refugiados en Sierra Leona, y luego cómo somos hechos prisioneros por un grupo de guerrilleros y nos degüellan a todos. No me sorprendió, amigos, pues siempre, por mi trabajo, me he visto en situaciones muy comprometidas y arriesgadas y sabía que tarde o temprano, saltaría la liebre, pero de pensarlo a saberlo... y no me preocupa, y menos todavía sabiendo el significado de esa muerte. Lo acepté, como todos vosotros, y no me arrepiento de ello, ¡quiero hacerlo! Pero no deseo hacerla desgraciada a ella.


Y Raquel reaccionó rápidamente. Se levantó del suelo y fue hacia Marcos. Se arrodilló ante él y sujetando sus piernas con sus manos y mirándole profundamente a los ojos exclamó:

- ¡Marcos, ella te quiere, te ama, te lo demostró anoche renunciando a todos sus sueños! ¡Ella quiere estar a tu lado! ¡No le hagas esa putada, Marcos! ¡Pídele a ella que deje su trabajo y que te acompañe a ti siempre en tus viajes, y si acepta... hazla tu esposa, Marcos, ámala... pero de verdad!
- ¡Sé que lo haría, Raquel, y más si le insinúo algo sobre lo que sé... pero no quiero que ella sufra por mí!
- ¿Y qué crees Marcos, que cuando te mataran a ti ella no sufriría? ¡Se consumiría, y seguro que se moriría de dolor! ¿Pero qué tenéis los hombres, por qué sois tan egoístas y tan necios?

Y Raquel volvió a recordar el pasado y toda la amargura la sintió de nuevo en su corazón.
- ¡Escúchame, Marcos, vuelve dónde ella, dile que la amas, dile lo que sabes, pídele que comparta contigo todo, y si lo desea, déjala morir contigo! ¡Se lo que se siente al ver morir a un hombre al que amas más que a tu propia existencia, y no poder estar a su lado! ¡Es la peor muerte, la del corazón, y no se la deseo a nadie! ¡Perdonadme, chicos, pero me voy a la calle a tomar el fresco!


Y Raquel echó a correr. Cerró de un portazo la puerta de casa y se perdió por los alrededores. Los demás quedaron en el salón, pensativos, y durante unos minutos en silencio. Los cuatro sabían por qué Raquel había reaccionado así, y fue el mismo Micael el que le contó a Marcos el por qué era tan susceptible con ese tema. Y hablaron también de las últimas novedades. Le hicieron ver que no tenía por qué renunciar a su felicidad por el destino que le esperaba. Ellos cuatro se iban a enfrentar a unas circunstancias similares, pero lo iban a hacer juntos. Y así estuvieron durante dos horas. Como Raquel no daba señales de vida y estaba anocheciendo, Marcos decidió bajar a Madrid, y David le iba a llevar en el coche.  Se disponían abrirlo, cuando apareció ella.

- ¿Ya estás de vuelta, Micaelita?
- ¡Sí, ya me he desfogado un poco! ¿Dónde vais vosotros a estas horas?
- ¡Voy a llevar a Marcos a Madrid, tiene una cita muy importante...!
- ¿Ah, sí...?
- ¡Sí, Raquel, he quedado con Gloria! ¡Vamos a hablar y a tomar decisiones, más bien las tendrá que tomar ella!
- ¡Me alegro mucho, Marcos!
- ¡Gracias, Raquel, me has hecho ver las cosas de otra manera!
- ¿Te veremos mañana?
- Si, claro, he cogido vacaciones y las pasaré con vosotros al completo. Espero que Gloria venga también.
- ¡Si ella te ama de verdad, Marcos, te acompañará hasta el mismo infierno!
- ¡Y tu no tardes en subir, Raquel, tienes a tu maridito intranquilo!
- ¡Hasta pronto, chicos!


El coche cogió la carretera central y Raquel subió a casa. Cuando entró, los tres estaban en la cocina desenvolviendo los paquetes y ordenando las compras. Sin mediar palabra, se puso a ayudarles. Micael le dio una azotaina en el trasero y a continuación un beso en los labios.

- ¿Y a qué viene ahora esto...? Preguntó Raquel mosqueada.
- ¿El qué... lo del cachete, o lo del beso? Preguntó sarcásticamente Micael.
- ¡Por los dos!
- ¡El cachete es por lo de necio y egoísta, y el beso es porque este necio y egoísta de marido te quiere mucho!
- ¡Pero lo que he dicho antes a Marcos, no iba ni por ti, ni por Jhoan...!
- ¿Ah no... no estabas pensando en mí cuando se lo has dicho a Marcos?
- La que antes ha dicho eso no era yo, mi amor, sino Camaleón, y cuando he oído a Marcos expresarse así respecto a Gloria, no le he visto a él, sino a Jhasua. Todo lo que entonces no me atreví a decirte, lo he hecho ahora. Toda la angustia que sentí esa noche, cuando tú, con una copa en la mano me decías que me apartara de ti, que no era mi momento, la he sentido cuando oía a Marcos.
- ¡Desde luego, hermana, mejor defensora no tendrá en la vida Gloria! ¡Has dejado a Marcos traumatizado!
- ¡Pero él está bien, y ya me ha dicho que ha quedado con ella! Nos hemos cruzado en la calle.
- ¡Sí, nenita... pero lo nuestro nos ha costado hacerle comprender. El no sabía nada, y tu reacción le ha dejado acojonado!
- ¡Sí... quizás debería haber reaccionado de otra forma con él...!
- ¡Sí, podrías haberlo hecho, hermana... pero seguro que no le habrías hecho reaccionar de la misma manera! Exclamó Jhoan.
- ¡Mi amor...! ¿Alguna vez conseguiré curar la herida que tiene Camaleón en su corazón? ¿Qué más puedo hacer...?
- ¡Camaleón no está herida, mi amor, solo lleva en su corazón una pequeña frustración!
- ¿Y cuando desaparecerá, princesa?
- ¡Dentro de unos meses, mi amor, cuando Camaleón y Jhasua se vuelvan a encontrar!
- ¿Nenita... nos hablarás luego sobre lo que te dijeron?
- ¡Claro, Salomé, en ello he estado pensando estas dos horas...! Por eso necesitaba estar sola y respirando aire fresco. Pero habrá que esperar a que vengan Juancho y Antonio, y mañana se lo diremos a Marcos.


Fueron apareciendo los que faltaban. El último en llegar fue Antonio. Había estado ultimando con su primo detalles de varios asuntos. Durante una temporada iba a hacerse cargo él de la dirección de la editorial, y aunque sabía que las tendencias de su familiar eran muy distintas a las de él, lo importante era que la mantuviera activa y viva. Como eran casi las once de la noche, se pusieron a cenar las pizzas. Luego las chicas prepararon los cafés y el té, y ambas recordaron momentos muy entrañables en sus casas de Haifa. Unas lagrimillas corrieron por sus mejillas, pero dándose ánimos mutuamente, se las secaron y salieron sonrientes al salón. Alguien llamó a la puerta. Todos quedaron expectantes. No esperaban a nadie. Tan solo podría ser Marcos en caso de que la cita no hubiera salido bien, cosa que no deseaban. David, que estaba más cerca de la puerta, fue el que la abrió. Unos segundos y... ¡sorpresa!


- ¡Sarita...! Exclamaron todos.
- ¿Pero qué haces aquí, pequeña?  Y la niña sin contestar, fue pasando y besando a todos.
- ¡Nuestros hermanos,  los altos y de blanco, me han traído! He venido con dos, y me están esperando abajo. Solo dispongo de una hora, pues mi papá vendrá esta noche de viaje muy tarde, y entrará en mi habitación a darme un beso, y yo tendré que estar allí, si no...
- ¿Tu padre, de viaje?
- ¡Sí, ha ido a una ciudad de Jordania, le han ofrecido un trabajo muy bueno y ha ido a conocer a su jefe...y no se qué cosas más...! ¡Y casi seguro que nos vamos del pueblo! Me da mucha pena, porque mis abuelos no podrán venir con nosotros.
- ¿Y tú, Sarita... cómo estás?
- ¡Yo muy bien... pero os echo mucho de menos!
- ¿Quieres comer algo?
- ¡Me tomaría un vaso de leche!
- ¡Pues ahora mismito te lo traigo! Contestó Salomé.
- ¿Y por qué no han subido los hermanos contigo?
- Ya les he dicho, pero prefieren estar abajo con los ojos muy abiertos.
- ¡Ah... ellos sabrán!
- Ellos me han traído aquí por un deseo que les pedí, y de paso, me han dado instrucciones para vosotros. ¡Aquí están!
- ¡Es un mapa del alto Pirineo Catalán! ¡Sí... conozco esta zona...! ¿Y no te han dicho nada más?
- Sí... que tenéis que estar mañana a estas horas en este punto, y que os aconsejan, que en el momento en el que me vaya, cojáis los coches y vayáis hacia allí. ¡Que no permanezcáis más tiempo en Madrid! Que mañana, en los diarios, sabréis por qué...
- ¡Cielos, otra vez! Exclamó Raquel.
- Algo muy importante y que me han recordado, es que ni a ti, Raquel, ni a ti, Micael, ni a ti, David, tienen que reconoceros. ¡Tendréis que disfrazaros! Será divertido...
- ¡Joder... esto se está convirtiendo en una película de terror policíaco! Exclamó David preocupado. ¡Voy a llamar a Marcos! ¡Ya me jode reventarle la cita...! 

Y David, ligeramente afectado, marchó a la cocina a hacer la llamada. Cuando regresó, venía con la cara seria.
- ¿Qué le has dicho, David?
- Que teníamos serios problemas. Que pasaríamos a buscarle al Palo Pin Pin.
- ¿Ya te habrá entendido? Le preguntó Jhoan.
- ¡Claro, son contraseñas nuestras! Palo quiere decir 1, una de la mañana, y Pin Pin es el nombre que le damos al restaurante chino donde vamos siempre. El mensaje es: a la una de la madrugada en el chino. Como no sabemos en qué infierno estamos metidos, he tenido que tomar precauciones. ¡Perdona, Sarita, me he olvidado de que estabas aquí... pero es que tenemos problemas...!
- ¡Ya lo sé, pero los Hermanos os van a ayudar!
- ¿Qué puedes decirnos de nuestras casas? ¿Qué ocurrió cuando los militares entraron al pueblo?
- ¡Pues que se armó una que...! Mis padres dicen que cuando fueron a vuestras casas y echaron las puertas abajo, se encontraron con que no había nada de nada. ¡Estaban vacías!
- ¡Pero si nosotros no nos llevamos nada...! Exclamó intrigadísima Salomé.
- ¡Y además... lo más extraño es lo que ha ocurrido con Huracán! ¡Ha desaparecido! Lo han buscado por todas partes, y no lo han encontrado. ¿Tú sabes dónde está, Micael?
- ¡No, Sarita, no lo sé!
- ¡Ten pequeña, tómate la leche que se te va a enfriar!
- ¡Gracias, Salomé!
- También me han dicho que vais a ser uno más... y creo que... no, ya no tengo más mensajes.
- ¿Sarita... y cual era tu deseo? ¿Por qué tenías uno, no...?
- ¡Sí, quería ver a mi amigo, el de los ojos negros! Se que ahora está muy guapo, y que le sacasteis de la Piedra.
- ¿Le quieres mucho, verdad?
- ¡Sí, mucho!
- ¡En ese caso, no te vamos a hacer esperar! ¡Cierra tus ojos, y cuando los abras, lo verás! La pequeña cerró sus ojos y los apretó, y esperó unos segundos.

- ¿Ya puedo abrirlos?
- ¡Ya puedes, Sarita!

 Cuando la pequeña los abrió, vio a un ser, muy alto, vestido de blanco, con el pelo de color oro y largo hasta los hombros. Su piel era muy blanca y sus ojos verdes como la esmeralda. Y Sarita le reconoció, y lloró, pero se quedó inmovilizada. Luzbel se agachó y abrazó a la niña, y ésta le rodeó el cuello con los brazos. Y estuvo pegada a él unos instantes. Luzbel la separó de él y le besó en la frente.

- ¡Mi pequeña amiga, tienes que volver...!
- ¡Te quiero, Lucifer!
- ¡Y yo también a ti... y gracias por confiar en mí, y por tu ayuda!
- ¡Los amigos estamos para eso, lo dice siempre Micael, tu hermano!
- Sarita, quiero decirte algo muy importante, y quiero que lo tengas presente en todo momento. Ya sabes que hay mucha gente que está buscando a Raquel y a Micael y a David, y que quieren hacerles daño. Dentro de un tiempo escucharás o verás por la televisión que han sido atrapados y muertos, pero no les creas, pequeña.
- ¿No les harán daño, verdad, Lucifer? ¿Tú les ayudarás?
- Puede que un poquito, sí... pero no más de lo que les dolió cuando estuvieron dentro del Arca... ¿te acuerdas? A vosotros también os dolió un poco...
- ¡Sí, un poco...! ¿Pero no morirán, verdad?
- ¡Claro que no, Sarita, por mucho que te digan que sí, te aseguro que ellos irán a verte después!
- ¡Vale! ¿Vendréis, verdad?
- ¡Si, hermanita, claro que iremos! Contestó emocionado Micael.
- Pero si estoy en Jordania... ¿cómo sabréis dónde vivo?
- ¡Nos llevarán los hermanos, ellos lo saben todo!
Ahora debes marchar, Sarita, los Hermanos te esperan.

 La pequeña fue despidiéndose de todos. Cuando lo hizo de Lucifer, éste le entregó una rosa y le dijo:

- ¡Cada vez que quieras estar conmigo, llévatela al corazón, y me tendrás a tu lado!  

Sarita cogió con cariño la flor y fue hacia la puerta. La abrió y la volvió a cerrar tras de sí, y Luzbel volvió a desaparecer en el interior de Micael y Raquel.
- ¡Cielos... pero si él va con vosotros...! Exclamó Antonio.
- ¡Está con nosotros, hermano, con todos nosotros!
- ¿No te das cuenta, Micael, que rompemos todos los esquemas habidos y por haber?
- A eso hemos venido, Antonio, a romper, a derrumbar la falsedad que persevera en la ignorancia, y como el ser humano no puede hacerlo por sí mismo, lo tenemos que hacer nosotros.
- Muchachos, no quiero ser el aguafiestas, pero hay que dejarse ahora de profundidades y prepararnos para partir. Nos lo han dicho muy claro. Y vamos a ser uno más... y vosotros no sé qué pensáis, pero yo creo que Gloria se va a añadir al grupo.
- ¡Pero si nunca ha comulgado con nuestras ideas...! ¡No creo que en un momento como éste en que nos buscan y tenemos que huir, ella vaya a seguirnos...! Exclamó Salomé.
- ¿Hermana...tú no lo harías si Jhoan estuviese en esa situación? Pues si Gloria quiere a Marcos, te aseguro que vendrá, no con nosotros, pero sí con él. ¡Estoy seguro! Ya se encargarán los hermanos de ponerla al día. Exclamó David mientras ponía a todos en movimiento. Coged solo lo más imprescindible. Seremos nueve y solo llevamos dos coches.

No tardaron mucho en prepararse. No sabían el tiempo que iban a tener que estar fuera, tampoco el lugar donde iban a ir. Se habían precipitado tanto los acontecimientos que ni siquiera habían podido planificar, organizarse. Solo tenían clara una cosa: ¡tenían que huir!

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